28/4/24

VASA-1: Generador de rostros hablantes

 


Conocemos ya la capacidad de los grandes modelos de lenguaje (LLM) de generar texto en tiempo real, manteniendo el contexto.

Conocemos también los conversores de texto a voz que, especialmente en inglés, han progresado mucho aun cuando todavía adolezcan de poca expresividad y suenen algo mecánicos.

VASA-1 es un software especializado que une ambos aspectos con un  generador de rostros que moverán la cabeza, ojos y boca en función de lo que se esté diciendo. Dado que este generador de rostros trabaja también tiempo real, es posible crear avatares, videoclips o robots de ayuda que se asemejen a una interacción humana.

Asimismo, cabe imaginar que podemos `programar dos o más avatares para que actúen como personajes de una obra literaria digital, una especie de video libro, un audiolibro en el que vemos una cara recitando.

Este software es un desarrollo de una de las filiales asiáticas de Microsoft. Según los autores, los labios se sincronizan con precisión con las palabras que son emitidas y pueden controlarse numerosos matices tanto sonoros como faciales para dotar de realismo a la interacción.

Para evitar problemas de intromisión en la vida privada, los rostros que la aplicación utiliza son también digitales, creados con StyleGAN2 o DALL·E-3.

Es capaz de manejar idiomas diferentes del inglés siempre que esos idiomas estén entre los utilizados para entrenar a la red neuronal.

El sistema genera vídeo de 512x512 píxeles a 45 fps. No pasará mucho tiempo hasta conseguir resultados similares en alta resolución y pantalla TV HQ. Al fin y al cabo, esto ya depende sobre todo de la potencia del hardware más que del concepto de programación.

Más información en este enlace.





27/4/24

Vexations

 


Vexations, de Derek Beaulieu, es un trabajo en papel que simula una traslación de la música al libro de la obra Vexations compuesta por Erik Satie (1866-1925) pero jamás publicada ni interpretada durante su vida. De hecho, el manuscrito de la partitura parece más una broma o un apunte. Parece estar creada para piano (pero no lo señala así) y consta sólo de 18 notas. Su particularidad es que, al inicio de la página, indica que debe ser interpretada 840 veces seguidas, de manera repetitiva, "en el más profundo silencio". Siendo Satie el compositor de obras tan bellas e interpretadas como sus Gymnopédies o el pequeño ballet Parade, no es extraño que Vexations se olvidara.

Pero, no para siempre. En 1949, John Cage la rescató y la publicó. En 1963, el mismo Cage organizó un concierto para dar a conocer la obra de Satie a lo grande. Diez pianistas tocaron las 840 repeticiones cada uno, dando un total de 8400 y un concierto de más de 18 horas.

Aquellos que sean aficionados a la música contemporánea clásica sabrán ya de las excentricidades u originalidades, según se mire, de Cage. Desde su obra para piano 4'33", en donde el intérprete debe esperar, sin hacer nada pero contando compases, exactamente ese tiempo del título frente al teclado, hasta sus composiciones al azar en donde se utilizan tablas de números que se combinan arbitrariamente para crear la partitura, una especie del juego musical de Mozart pero atonal y sin atender a una progresión armónica determinada (como sí hace Mozart que alterna entre la tónica y la dominante).

Ahora, Derek Beauliue, bien conocido en el ámbito de la literatura digital, ha transformado ese concierto musical organizado por Cage en su remedo en papel. Ha impreso una hoja con la partitura y la ha recopiado 840 veces en una fotocopiadora determinada. Luego, en otra fotocopiadora distinta. Y, así 10 veces como pianistas hubo en el concierto.

Todo ello, finalmente, se encuaderna y se vende.

No sé si habrá muchos compradores para tener 840 copias de la partitura de Vexations, eso sí cada una un poco distinta porque cada fotocopiadora y cada copia serán ligeramente diferentes en función del calor, la tinta, etc,

Más información en este enlace.


24/4/24

Ampliación de la Hemeroteca Nacional

 


La Biblioteca Nacional de España ha aumentado el fondo documental de su Hemeroteca Nacional con más de cien publicaciones seriadas de lo siglos XIX y XX. Se trata, sobre todo, de periódicos aunque también se incluyen revistas y publicaciones administrativas periódicas.

Así, entre los periódicos encontramos los más antiguos: El Hurón político e instructivo (1763) y el Redactor general de España, el mexicano La Oposición, El Valenciano (1836) y Gibraltar Chronicle and Commercial Intelligence (1863-1876). Igualmente del siglo XIX, se han digitalizado periódicos procedentes de Filipinas y América, como: El Foro (Bogotá), El Eco filipino, La Opinión (Manila), El León español (La Habana), Revista de Puerto-Rico, El Resumen, El Amigo del pueblo, El Heraldo militar, El Noticiero de Manila, El Diario popular (Mayagüez), Libertas (Manila) o El País de Puerto Rico.

De España, se añaden diarios madrileños, boletines satíricos como La Iberia, Ángel 1º o Verán ustedes, y periódicos de otras provincias como El Correo de Valladolid, El Eco de Guadalajara, La República de Vizcaya o los barceloneses La Antorcha, El Monitor y La Sopa boba.

Del siglo XX, se han añadido periódicos como El Tiempo (1921-1936), El Pueblo (Llanes) y La Unión (Mataró).

Además , se han digitalizado revistas de distintas temáticas como Gran mundo y sport, la Gaceta médica catalana (1886-1916), Ingeniería (Madrid. 1905), España nueva y sus continuaciones, el Boletín de la Sociedad Central de Arquitectos (Madrid. 1917), Memorias técnicas y científicas, almanaques o guías industriales.  

De la época que va desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra civil, La Internacional (Madrid), Química (Madrid), Acción Católica de la mujer, Vida gráfica española, Ajedrez (Valencia), Moda y arte (Ciudadela), Hesperia (Madrid. 1921), Actualidad (1932-1934), La Correspondencia internacional (1932-1939) o el Almanaque tradicionalista (1934-1936). 

Más información en este enlace del buscador de la Hemeroteca.


23/4/24

La rosa de Cecilia Munot

 


Cecilia, hija única de Pedro Munot, Señor de Estalella, y Beatriu de Curialeda, tenía fama de ser una doncella extraña, inclinada a las tristezas, y ensimismada en fantasías que una chica de diecinueve años debía haber olvidado ya hacía mucho tiempo. 

La familia disfrutaba de una vida acomodada, pero no siempre había sido así. Cecilia aún recordaba sus primeros años en una pequeña masía en el campo, trabajando en el molino de su padre, oficio que al cabo otorgaría cierta fortuna a los Munot cuando los batallones  de Felipe IV entablaron numerosas contiendas y sus soldados necesitaron pan en abundancia para sostener marchas y peleas. Subió el precio del pan y subió el precio de la harina. La familia Munot vio cómo, de pronto, entraba dinero a raudales por la puerta y, en pocos años, el patriarca obtuvo un título pagando por él, como comenzaba a ser usual  con el gobierno del nuevo monarca. No le llegaron las ganancias para ser conde pero un señorío lucía casi igual y se sentía feliz de lo conseguido. Todo le iba bien en la vida. Ay, si no fuera por Cecilia.

Instalados ya en la vida acomodada, Beatriu insistió en que su hija recibiera una formación a la altura de las jóvenes nobles. No bastaba tener el título, había que aparentar ser como ellos. Cecilia apenas tenía siete u ocho años cuando contrataron al que sería su mentor, Emilio Gonçalvez, de origen portugués, hombre de pelo cano y barba descuidada, delgaducho y desgarbado, vestido siempre de negro, que se negaba a vestir gola, y docto en filosofía y geometría, además de en música, historia y poesía.

Pronto quedó claro que la pequeña Cecilia tenía una inteligencia aventajada y sus progresos en lectura, en escritura, en oratoria y en aritmética sorprendieron a sus padres y a todo familiar que los visitaba. La niña desarrolló un amor por la lectura que sorprendió  a sus padres. Estos se habían ya hecho con una biblioteca nutrida con el fin de aparentar una cultura que no tenían. De hecho, don Pedro se vanagloriaba de que compraba los volúmenes a peso.

Muchas veces, sobre todo en invierno, cuando el frío apretaba y se sentaban a cenar junto a la chimenea de la sala principal, Beatriu miraba a su hija y suspiraba:

¿Por qué hubimos de contratar a Gonçalvez? ¿Por qué?

Y es que, habiendo llegado ya la moza a los dieciséis, escaso interés mostraba por los jóvenes y por el casamiento. Al contrario, pasaba largas horas leyendo libros y ensoñando inútiles vacuidades. Si al menos, fueran los libros de horas y las Santas Escrituras que, en ocasiones, les prestaba el escribano del monasterio, Fray Jerome, podrían darse por bien empleadas las horas de lectura. Quién sabe, quizá pudiera tomar los votos y llegar a ser abadesa de una congregación o doncella de confianza de una infanta. Beatriu había siempre deseado casar a Cecilia con algún noble, algún terrateniente o, cuando menos, un capitán laureado de los regimientos que luchaban en Europa para el Rey pero tampoco hacía ascos a una carrera eclesiástica de postín.

Pero, no, Cecilia no mostraba atención alguna a la Iglesia más allá del servicio dominical y su inclinación hacia el matrimonio era inexistente. Y los años pasaban.

Este año contrae nupcias Margaretta, la hija de los de Olet – dijo un día en la sobremesa de la comida, recibiendo un mohín arisco de la chica que acababa de llegar a los diecisiete.

Cecilia era una adolescente atractiva. No podía decirse que fuese extraordinariamente bella pero su talle era delicado, su rostro agraciado, sus ojos grandes, sus manos finas y sus labios sugerentes. Los estudios que Gonçalvez le había ofrecido la hacían, sin duda, inteligente en la conversación sobre  ciencia y apasionada cuando de poesía y comedia se trataba. No era extraño, por consiguiente, que hubiera varios jóvenes en la región que se mostrasen atraídos hacia la joven y familias que buscasen la unión de la chica con sus hijos, máxime cuando se rumoreaba que la fortuna de Pedro Munot crecía día a día.

Más Cecilia era indiferente a todos los halagos que recibía y a todos los intentos de sus pretendientes por lograr su amistad, para desesperación de sus padres.

Cada par de semanas, ambos Beatriu y Pedro, sacaban la conversación y la incitaban a que abriese su corazón a alguien, describiendo los horrores del infierno a los que una joven no desposada se enfrentaba si llegaba en tal estado a los veinte años. En ocasiones, la amenazaron con casarla contra su voluntad si persistía en su desdén hacia los aspirantes pero todo acababa con la madre llorando desconsoladamente, el padre sulfurado y bebiéndose un cuartillo de licor y ella, Cecilia, leyendo el primer libro que tomaba entre sus manos.

Tras cumplir los dieciocho, cuando llegaron los festejos de abril, con sus bailes y teatro de corral, algunos jóvenes aprovecharon para mariposear alrededor de Cecilia, ofreciéndole regalos. El hijo de los Rousignol, Jaume, le obsequió con un manto bordado por las monjas de un Monasterio de Valencia. Realmente delicado y original, mostraba una escena de la Anunciación finamente cosida. Sin duda, era, además, costoso y un regalo así no puede rechazarse. Beatriu quedó conmovida, pero Cecilia se limitó a ser cortés y agradecer con fingida emoción el regalo, al punto de que el chico quedó desencantado con sólo ver la expresión de la cara de ella.

Otro joven, don Álvaro, algo mayor porque contaba ya con veintiuno, le regaló un caballo blanco árabe, de largas crines y silueta esbelta que acabó en las cuadras del Señor de Estalella sin que la chica lo montara ninguna vez.

Pasaron así los meses y, al llegar el invierno, quizá por el frío y la nieve en los caminos, quizá por el evidente rechazo que Cecilia mostraba a todos sus galanes, estos dejaron de visitar la casa de los Munot.

Beatriu, desesperada, aumentó la presión sobre su hija y, en varias ocasiones, acabaron ambas llorando y gritándose.

¿Por qué, por qué, Cecilia? Vas ya para los veinte años. Vas a ser nuestra desgracia.

Me aburren, madre. ¡Me aburren! ¿Qué me importan a mí las cosechas, los juegos de naipes, las cacerías o las andanadas de los barcos de la armada?

Tienes casi diecinueve años. Algún hombre ha de gustarte y, si no te gusta ninguno, te aguantas y eliges al menos malo. El roce hará el cariño.

¡No arruinaré mi vida al lado de esos brutos! – se atrevía a elevar la voz con su madre, pero cuando la discusión era con su padre, simplemente callaba.

Ese don Álvaro es de muy buen ver, ¿no?

No niego que sea apuesto el caballero. No lo niego.

¿Entonces?

¡Es un presuntuoso! ¡Me aburre! ¿No lo entiendes? Sería como estar al lado de una estatua de mármol, bella pero fría. Mi corazón no siente nada al verlo. Quizá, sientan algo mis sentidos, pero mi corazón, nada. Y verlo con esas gorgueras que siempre viste, me inclina más a la risa que a la pasión, madre.

En enero, la tensión familiar había crecido hasta un punto en que Cecilia se sentía prisionera en su propio hogar. Temía que, finalmente, sus padres acordaran un matrimonio de conveniencia que la haría infeliz para siempre.

Quizá huyendo de las regañinas y de los reproches, comenzó a caminar cada día hasta el monasterio y, tras pedir permiso al fraile bibliotecario, permanecía allá largas horas leyendo y leyendo. No era la única que esto hacía. Cada día, cinco o seis personas se sentaban en las largas y pesadas mesas de madera, simplemente a leer hasta que las campanas de los oficios de tarde anunciaban que debían marcharse. Cecilia sentía un gusto especial en recorrer las estanterías que albergaban los volúmenes. No había visto tantos libros juntos jamás y se maravillaba de que los monjes, en contra de lo que siempre había pensando, almacenaran todo tipo de ejemplares. De hecho, diría que los sagrados eran los menos. Allí había todo tipo de poesía, de historias de caballeros, de escenas de teatro, descubrió que todas las comedias de don Lope de Vega estaban en aquellos muebles, y que varios tomos de los libros de Cervantes se escondían en una esquina.

Entre los asiduos lectores, se encontraba Bernat, un chico quizá un par de años mayor que ella, no muy alto, fortachón, de mofletes sonrosados y pelo rizado. Debía gustarle el teatro porque ella se percató de que siempre leía obras de escena. Sin duda, no era su arquetipo de belleza masculina pero se sentía atraída por él, quizá porque lo veía tan solo como ella misma lo estaba. A él, no se le debieron escapar las miradas furtivas de Cecilia porque la espiaba en secreto con el interés que da lo inusual de ver a una joven, a todas luces noble, sentada en la biblioteca del monasterio.

Pasaron varias semanas hasta que una tarde, por casualidad, se sentaron uno junto al otro.

¿Qué lees? – se atrevió a preguntar ella.

Sonetos

¿De quién?

De don Felix Lope de Vega. ¿Le conoces?

Déjame ver – su mano fue a por el libro que tenía el chico y en el movimiento rozó su mano con la de él.


Ya no quiero más bien que sólo amaros

ni más vida, Lucinda, que ofreceros

la que me dais, cuando merezco veros,

ni ver más luz que vuestros ojos claros.


Para vivir me basta desearos,

para ser venturoso conoceros,

para admirar el mundo engrandeceros

y para ser Eróstrato abrasaros.


Sintió un rubor desconocido y se turbó por un instante, sin saber por qué.

Me gusta, Buena elección. – atinó a decir para salir del embarazoso momento.

¿Y tú? – contestó él.

Es un secreto – sonrió ella a la vez que apartaba el libro.

El chico se conformó y en eso sonaron las campanas.

Hay que irse. ¿Vendrás mañana?

Me llamo Bernat.

Yo, Cecilia.

Ninguno de los dos durmió bien aquella noche, pero tampoco dieron mayor importancia al encuentro.

Quizá por eso, porque todo resultó natural y poco emocionante, fue por lo que, a partir de entonces, ambos jóvenes se convirtieron en inseparables. Sí, continuaban leyendo a ratos en el monasterio pero, sobre todo, se sentaban en la campiña y discutían de literatura. Cecilia era mucho más aventajada que el muchacho, al que su gusto por las letras le era innato pero no había tenido profesores que fueran más allá de enseñarle a leer, escribir y las cuatro reglas. Por eso, para aprender, iba al monasterio, a enseñarse a sí mismo por vía de leer mucho. Él quedaba maravillado de los conocimientos de Cecilia en filosofía, música e historia. 

Para ella, él era un alumno al que apreciaba, casi el hermano pequeño que nunca tuvo, aunque fuese mayor que ella, una forma de verter lo que había aprendido en otro ser. 

Para él, ella era una mujer que, siendo algo petimetre, resultaba cautivadora. 

Para ella, él era un trozo de piedra tosco que se proponía tallar como las esculturas griegas. 

Para la naturaleza y el destino, eran dos jóvenes con sueños y vidas encajables en el futuro.

¿Sabes? – se confesó él, sentados bajo una encina.

¿Qué?

Quiero ser escritor. Quiero poder hacer sonetos e imaginar comedias como las de don Félix.

Lo serás – le apretó la mano en un gesto instintivo.

No lo creo. Tú sí que sabes escribir bien. Tú has tenido maestros.

Yo te enseñaré lo que sé.

Mira, ayer copié este soneto. ¿Te lo leo?

Sí, te lo ruego.

Pasé la mar cuando creyó mi engaño

que en él mi antiguo fuego se templara;

mudé mi natural porque mudara

naturaleza el uso, y curso el daño.

En otro cielo, en otro reino extraño,

mis trabajos se vieron en mi cara,

hallando, aunque otra edad tanta pasara,

incierto el bien y cierto el desengaño:

el mismo amor me abrasa y atormenta

y de razón y libertad me priva.

¿Por qué os quejáis del alma que le cuenta?

¿Que no escriba, decís, o que no viva?

Haced vos con mi amor que yo no sienta

que yo haré con mi pluma que no escriba.


Quiero que mi pluma no deje de escribir – bajó la vista, avergonzado.

Te juro que no lo hará – dijo Cecilia con una convicción que nunca había sentido.

Cumplió los diecinueve y llegaron otra vez las fiestas de Abril. 

Sin pedir permiso a sus padres, acordaron ir juntos a ver el teatro en el corral. Ninguno supo el porqué pero ambos eligieron sus mejoras ropas, no las más caras o las más cuidadas, sino aquellas que pensaban que les gustarían más al otro. Ella se peinó con más esmero de lo habitual y se perfumó las muñecas. Él se hizo rasurar en la barbería y se peinó con cuidado, limpió sus zapatos hasta que brillaron y se limpió los dientes y las uñas.

También, sin saber el uno del otro, ambos decidieron llevar un regalo al otro.

Se escuchaba la música de laúdes, flautas, vihuelas, guitarras y tamboriles a lo lejos. Aunque había llovido los días anteriores, aquella tarde el cielo estaba azul, apenas salpicado por unas pocas nubes algodonosas, redondas y muy blancas que brillaban al reflejar la luz del sol vespertino.

Te he traído un regalo – dijo él.

¿Si? – dijo ella con interés, esperando en lo más íntimo que no fuese un caballo, o un cordero, o una capa de esas que le ofrecían los otros muchachos; esperando que Bernat no fuera uno más de ellos. Más pobre, de acuerdo, menos apuesto, de acuerdo; pero no un presuntuoso pedante más.

Bernat abrió una bolsa que llevaba en su mano y sacó una rosa roja, grandota, recién cortada de su huerto, con un lacito de bandas rojas y amarillas que él mismo había anudado a su alrededor.

Cecilia sonrió. No, definitivamente, no era como los otros. Una rosa, sencilla y anodina, pero fresca y esplendorosa con su lacito de colores. No era algo comprado para quedar bien, sino creado con el alma y el afecto.

Mira, qué casualidad pero yo te he traído también un regalo.

¿En serio?

Toma, es para ti – le extendió un libro con su mano.

Bernat lo tomó y lo acarició con devoción. Un libro que era suyo, no de la biblioteca.

Espero que te guste. Ábrelo, anda – le pidió ella y el obedeció, abriéndolo por una página cualquiera.

Lee lo que la fortuna ha querido que ponga en esa página que al azar has elegido. – Él, obediente, leyó:


Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro

nuestros deseos concertar te antojas?

¿Por qué, pérfido, con placer tan caro

en dos almas discorde amor alojas?

No consientes que cruce el vado claro

y al más ciego y mayor fondo me arrojas:

dictas que a quien desea mi amor desame,

y a aquel que me odia más, que adore y ame.


Es muy hermoso. Me gustaría saber escribir esto.

Orlando furioso, se titula – respondió Cecilia. − Y lo harás. Escribirás así. Junto a mí, lo harás.

Se miraron largamente. Sabían el por qué aunque no sabían por qué ellos dos, tan dispares, tan inciertamente llamados a estar juntos.

Mi regalo es demasiado humilde para ti – se confesó él.

Igual que el mío. Un libro robado de la biblioteca de mi padre que, por cierto, no lo ha leído nunca ni lo echará de menos.

Vaya pareja que estamos hechos. Seguro que ninguna otra pareja se hace nunca regalos tan raros. Una rosa del campo y un libro. No pasaremos a la historia, desde luego. Los siglos venideros no habrán de tomarnos como ejemplo. – exclamó como si estuviese en escena.

Quizá, sí. Quizá, sí. 

Algún día tendré fortuna para regalarte algo mejor.

Pero yo seguiré deseando una rosa.– concluyó ella, a la vez que sonreía a alguien como nunca antes había sonreído.

Se dieron la mano y caminaron hacia el corral de las comedias.





22/4/24

BabyLM Challenge

 


Tras el éxito de la edición 2023, se celebra nuevamente el desafío BabyLM que anima a los participantes a crear mini modelos de sistemas de generación y aprendizaje de lenguaje. Por así decirlo, miniaturas de ChatGPT o similares. 

Concretamente, el objetivo de BabyLM es incentivar a los investigadores en el modelado cognitivo para que centren sus esfuerzos en optimizar el preentrenamiento teniendo en cuenta los datos disponibles. Se trata de lograr un preentrenamiento eficiente por muestreo en un corpus razonablemente pequeño, entendiéndose por pequeño aquel volumen de palabras y frases que puede haber aprendido un niño de 5 o 6 años.

El siguiente gráfico, propuesto en uno de los documentos citados más abajo, muestra cómo los LLM actuales de éxito utilizan bases de entrenamiento enormes respecto a la que usa un niño de 13 años y, sin embargo, este habla siempre mejor que un sistema neuronal artificial. Por tanto, algo importante se nos escapa a la hora de simular el lenguaje humano y se trata, precisamente, de trabajar sobre ello.



La organización, en colaboración con CoNLL y CMCL, proporciona una plataforma de desarrollo y un corpus de tamaño limitado restringido a frases con 10 millones y 100 millones de palabras. A partir de ahí, los participantes deben imaginar y desarrollar arquitecturas de programación, rutinas de autosupervisión y de  aprendizaje automático, etc. más eficientes que las actuales. 

Siendo un desafío para personas especializadas en redes neuronales, las bases se dan en sendos artículos científicos que pueden leerse en este enlace, con una ampliación en este otro.

El portal del desafío puede verse en este enlace.




Curso de inteligencia artificial creativa para las industrias culturales

 


Desde hoy y hasta el 7 de mayo se celebran una serie de seis conferencias formativas bajo el titulo de Curso de inteligencia artificial creativa para las industrias culturales. Tienen lugar en la Universidad de Valencia y, en total, son 20 horas de formación.

Son charlas on-line (síncrona), a través de la plataforma UACloud del Campus Virtual. Limitado a aquellas personas que lleven a cabo un actividad profesional en el ámbito de la cultura en la Comunidad Valenciana.

Más información en este enlace.



21/4/24

Digitalización de las cartas del escalador Mallory

 


En 1924 ocurrió una de las tragedias más lloradas y citadas de la historia de la escalada. George Mallory y Andrew Irvine desaparecieron en una expedición al Everest y nunca más se supo de ellos hasta que, en el año 1999, a unos 500 m de la cumbre, se descubrió el cuerpo de Mallory al que los lentos movimientos de los glaciares dejaron al descubierto décadas después. El cuerpo de Irvine no ha sido aún hallado y, menos aún, la cámara que llevaban con ellos. Está meridianamente claro que ambos sufrieron una caída, per el caso es que nunca quedó claro si fue antes de llegar a la cumbre o después de hacer cima. Desaparecieron de la vista de sus compañeros mientras escalaban, entre la niebla. En el campamento base tenían un telescopio y con él fueron siguiendo la ascensión hasta que la niebla los cubrió. La última vez que les divisaron seguían subiendo, poco antes de lo que hoy se conoce por el segundo escalón (técnicamente dificultoso de pasar) y parecían en perfecto estado. Si cayeron al poco después de entrar en las nubes, en ese escalón, o lo hicieron al descender es un misterio. Si hubiese sido lo segundo, ambos hombres hubiesen sido los primeros en escalar el Everest, 29 años antes de la fecha en que Hillary y Tenzing lograron certificarlo.  Mallory había prometido que si llegaba a la cima dejaría una foto de su mujer en ella. Salió del campamento con una en su bolsillo. El cadáver tenía todo lo que llevaba, congelado por el frío, pero no la foto, lo que alimenta la idea de que sí tuvieron éxito. La cámara podría tener los negativos de la cumbre, pero se la tragó la nieve. Quizá algún día la devuelva y el celuloide desvele el misterio. Kodak, fabricante del carrete, afirma que es posible que se conserve en buen estado dadas las bajas temperaturas.

Eran deportistas de otro nivel, heroicos, que no buscaban la propia gloria, jugadores de equipo,  caballeros en el sentido victoriano del término, fuertes, nobles, que hacían aquello porque sí. Las fotos que se conservan del grupo en el campamento base antes de los intentos de subida, los muestra casi como si fuesen a un partido de polo o a una cita universitaria, con su ropa de calle, una bufanda y poco más, sencillos en su elegancia innata, nada que ver con la exageración y hartazgo de ropa deportiva técnica que aparece hoy en día en el campamento. Mallory e Irvine serían considerados hoy superhombres y, probablemente, se reirían del esperpento de los escaladores modernos llenos de marcas de moda y carísimos complementos. Lo único comparable a los tiempos modernos es que ambos escaladores llevaban unas botellas de oxígeno de 9kg, más o menos del mismo peso que las actuales, sólo que aquellas tenían la mitad de capacidad de oxígeno que las de hoy en día.



Ahora, la Universidad de Cambridge, a través de su Magdalene College, ha digitalizado las cartas que Mallory se escribió con su esposa, Ruth. Un trabajo en alta resolución y ordenado en una poderosa base de datos que permite buscar y ver el epistolario de diferentes modos. La directora del trabajo ha sido Katy Green.

Se han digitalizado 361 cartas de Mallory, 447 cartas de respuesta de Ruth a él, unos poemas, tres diarios, así como cartas y telegramas de condolencia una vez que se les dio por desaparecidos. Mallory tenía 37 años e Irvine, 22.

Puede accederse a este interesante portal desde este enlace.








18/4/24

Reconstructions

 


Reconstructions, de Allison Parrish, es un generador infinito de versos que funciona sobre una red neuronal generativa.

Visualmente, funciona como una explosión de texto. En el centro, donde todo se inicia, pequeñas frases que van incrementándose en longitud y complejidad hacia arriba y hacia abajo, de modo que se crean caligramas en forma quiasmo, una especie de reloj de arena que no para nunca, con versos que son auto generativos de modo infinito.

La red neuronal está entrenada con el corpus de la Gutenberg Poetry, y empareja cada línea con una reconstrucción de la secuencia en orden inverso. Los versos así producidos son imágenes semánticas y sintácticas en espejo. A intervalos regulares de tiempo, el sistema produce un nuevo par de versos, que se muestran entre los versos del paso anterior, creando una estructura quística en la disposición no sólo de las palabras dentro de los versos, sino entre los propios versos. Las líneas más antiguas se desvanecen a medida que se alejan del centro, pero nunca se borran por completo de la pantalla.

El código estás disponible en GitHub.

Puede accederse a la obra desde este enlace.




17/4/24

Evolution

 


Evolution, de Johannes Helden y Hakan Jonson, es un poema generativo aleatorio. Sobre un fondo que simula la página de un libro van apareciendo, desapareciendo, troceándose y recombinándose versos. Estos textos pueden estar en inglés o en sueco y el usuario puede seleccionar qué proporción de cada idioma desea ver. Puede elegir el 100% en inglés, el 100% en sueco o una combinación de proporciones arbitrarias. Evidentemente, en las mezclas, los poemas serán más o menos inteligibles para el usuario de una lengua determinada.

Se acompaña la visualización con una banda sonora que recuerda al inicio de ciertas obras sinfónicas como, por ejemplo, el primer tiempo de la novena de Beethoven o el sonido que producen los músicos al afinar, previo a la aparición del director en escena.

Está programado en Java y Javascript. La obra es una obra procedimental basada en una base de datos de textos y audios de Johannes Helden, uno de los dos creadores de la obra. Mediante la superposición de sus archivos fuente, el algoritmo mantiene vivo el estilo del escritor pero creando poemas que ni se le hubieran ocurrido al propio escritor humano. Así, la pieza sugiere que un generador procedimental puede convertirse en una extensión de la voz de un artista.

Puede accederse desde este enlace.


16/4/24

Minus

 


Minus es una nueva red social de texto, similar a X-Twitter, pero en el que lo que uno puede escribir, como la vida misma, está absolutamente limitado  a 100 mensajes. Fue creada en 2021 por el artista Ben Grosser.

Un usuario puede reenviar libremente cualquier mensaje sin limitación pero en lo que respecta a creación propia, el límite son 100 mensajes  de por vida. Una vez que se llega a esa cifra, ya no puede postearse nada más escrito por uno mismo. Si uno quiere dejar huella, ha de pensarse bien qué decir (aunque, la mayoría de los usuarios escriben para jugar con el número 100 y desaprovechan cualquier anhelo de pasar a la posteridad literaria.)

Además, es una red minimalista. No hay anuncios, las fechas son vagas, no hay "me gusta", no hay mensajes, no hay seguidores., etc. 

No está claro cuanta popularidad adquirirá Minus y si, a largo plazo, la empresa que soporta esta red social sobrevivirá para mostrar al mundo esos 100 mensajes de toda una vida.

Para acceder a Minus, úsese en este enlace.


15/4/24

Visitas virtuales digitales al Museo Nacional del Prado

 


El Museo del Prado ha puesto en marcha un portal que permite efectuar magníficas visitas digitales virtuales por sus galerías.

Con una digitalización de muy alta resolución, la plataforma permite la visualización de numerosas obras y hasta 10 recorridos recomendados por sus pasillos de carácter temático y gratuito.

Para conseguir tan alta resolución se han tomado más de 26.000 fotografías en calidad gigapíxel que ocupan casi  4 millones de ficheros. La visita virtual por las salas con da acceso a cunas 90 obras digitalizadas en alta resolución con lo que se pueden hacer zoom de mucho detalle y, a su vez, ver una ficha básica. Los diez recorridos temáticos disponen de una introducción locutada sobre las obras.

También hay digitalización 3D-360º de algunas de las esculturas que posee en Museo.

Se puede acceder desde este enlace.