19/12/06

¿Invasión? - Capítulo 3





A las 17 horas del día 12, se reunían en París los presidentes de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania Occidental y España, junto al embajador soviético en París. Los luctuosos momentos que atravesaba la Unión Soviética no permitieron viajar a ningún representante del Politburó que, por otro lado, se debatía en las intestinas luchas de la sucesión. Interinamente, hasta que fuese nombrado presidente, se encargaba de la jefatura del país, Basoviv Lebedev, un recio ucraniano, de gran corpulencia, que se había distinguido como fiel apoyo de la política seguida por el recién fallecido presidente. Lebedev había delegado su presencia en el embajador.

Los teléfonos directos entre Embajadas no habían cesado de campanillear desde que los reunidos en Houston comunicaron sus conclusiones. Un Concorde británico había trasladado al presidente norteamericano, Bob Roberstue, hasta un aeropuerto militar cercano a Londres. Desde allá se había dirigido a la capital francesa.

Roberstue había ganado ampliamente las elecciones del año 81 pero era ya muy mayor para el ajetreo político. A sus 73 años, empezaba a flaquearle la salud y, apenas hacía un mes, su corazón le había proporcionado un gran susto. Más de una vez le había pasado por la mente el retirarse, dejando en el cargo al vicepresidente pero este había dimitido hacía poco y aún estaba buscando el hombre de confianza que fuese digno del cargo. En realidad, Roberstue buscaba su sucesor.

Kalinsky, el embajador ruso, no tenía la carrera diplomática pero su gran experiencia como secretario de embajada en Roma le había proporcionado el carro.

Mark Smith, laborista, era un hombre severo, de 53 años de edad y muy alto, lo que imponía rápidamente su presencia en cualquier acto. Galés de nacimiento, había llegado a primer ministro de Gran Bretaña en 1983 y, por ahora, sus programas de gobierno habían sido bien acogidos por las masas aunque, en realidad, los conservadores no habían intentado ninguna maniobra para hacerle zozobrar.

Jacques Boileau era un viejo gaullista que soñaba con una Francia imperial e influyente. Había efectuado grandes inversiones estatales en tecnología de vanguardia y armamento, hasta el punto de que en 1985, Francia mantenía posturas de fuerza frente a la URSS y los Estados Unidos, con una altanería que le podría causar disgustos. Aunque él no se daba cuenta, muchos de sus conciudadanos empezaban a cansarse de él.

Herman Gör había nacido en Nuremberg en 1947 y era, por tanto, un hombre joven apartado de las lacras de la guerra. Había luchado en la década de los setenta contra el resurgir de los partidos nazis y, en 1982, había logrado entrar en el gobierno alemán. Todos coincidían en que aquel rubio germano, más bien bajo y siempre elegantemente vestido, representaba fielmente a Alemania.

Luis Arrán había tenido una escalada fulgurante dentro de la política española. A sus 44 años se había destacado como economista serio y valiente, lo que le había granjeado la simpatía de muchos grupos políticos de la ideología más variada. En 1983 se le propuso para la presidencia del gobierno de coalición que Arrán conducía bastante acertadamente.

Junto a algunos intérpretes, entró Screwer con grandes ojeras que delataban largas horas sin dormir. Roberstue inició la reunión:

- Señores…. Todos sabemos a grandes rasgos el porqué de esta reunión. La situación parece grave pero no menos cierto es que, por ahora, parecen existir únicamente indicios. Desearía que el señor Screwer de Manchester nos expulsase la situación tal como está en estos momentos.
- Con gusto, señor presidente – contestó, un tanto halagado el británico- Tras explicar los descubrimientos y conclusiones que se habían discutido en Houston, prosiguió- … ahora, parece que el general Busht ha descifrado ya todas las imágenes. No voy a entrar en las que representan pues parecen ser gráficas que muestran constelaciones y posiciones de la Tierra en el espacio. Respecto a las restante, creemos que exigen una rendición sin condiciones antes del día uno de febrero. Al menos, el general ha confirmado que se muestra varias veces un gráfico con la posición que ocupará nuestro planeta ese preciso día. No sabemos cuáles son sus fines e intenciones posteriores pero la rendición previa antes del día uno, parece clara.


Al menos pasaron treinta segundos hasta que se volvió a oír una voz en aquella sala. Verdaderamente, las palabras de Screwer habían causado impresión. Por fin, Boileau dijo:

- Por supuesto, lucharemos, ¿no, señores?

No estaba claro que aquel fuese el sentimiento predominante. Boileau, con sus sueños megalómanos, veía ya naves espaciales francesas destruyendo todo aquello que se acercara al planeta. Arrán, más sensato, dudó:

- Pero, ¿existen posibilidades?. Suponemos que son infinitamente poderosos en relación con nosotros. ¿Qué sentido tiene prepararnos para semejante contienda? Señores, aún no nos hemos repuesto completamente de la crisis recién pasada…¿qué ocurriría si estuviéramos equivocados?
- Yo también opino – le apoyó Mark Smith – de la misma forma. Si los cálculos fueran erróneos y decidiésemos meternos hasta el cuello en gastos militares de vanguardia, no pasaría mucho tiempo antes de que se reprodujese la recesión económica y nuestros pueblos pedirían explicaciones, y con razón.
- Otro problema, señores – apuntó Gör – es que, aunque yo sí creo personalmente que deberíamos prepararnos militarmente es si tenemos suficientes recursos energéticos para afrontar el problema.
- Nosotros ya hemos estudiado esto y creemos que sí. Como saben, la generalización del strich ha aumentado notablemente la seguridad de las plantas nucleares. Por otro lado, con la utilización conjunta de las nuevas plantas espaciales de recolección solar que tanto los Estados Unidos como nosotros hemos instalado, la cantidad de energía producible es considerable – dijo Kalinsky.
- ¿Y si los invasores destruyen las estaciones solares en órbita? – preguntó Smith.
- Aún así, tendríamos suficiente – contestó Kalinsky.
- Hemos de plantar cara a la situación. Muchos países – dijo Boileau con un tono airado y algo impertinente- se mostrarán indecisos pero es nuestro deber hacerlo puesto que nuestra situación en el tablero mundial así lo exige. Debemos ser la guía de todo el mundo para que se preparen para el conflicto. Comprendo que las posibilidades son pequeñas pero si no lo intentamos no vamos a lograrlo. El pueblo francés se levantará como un solo hombre para defender el planeta entero, si ello es preciso.
- Estoy de acuerdo con el señor presidente de Francia- dijo el soviético-. Creo que, con suerte, podemos salir victoriosos. Tengan en cuenta que “ellos” son los que tienen que invadir. Siempre es más fácil defender una playa que desembarcar en ella – miró a Gör como arrepintiéndose de lo dicho. Pero el alemán ni siquiera supuso que Kalinsly pensaba en Normandía.

Roberstue miró a derecha e izquierda.

- Una cosa es clara- dijo- . Cualquier decisión habrá de ser tomada a nivel mundial. Propongo, por tanto, que convoquemos una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Propongamos allí un esfuerzo conjunto para la creación de las defensas adecuadas.

En realidad, pensó el americano- él no estaba muy feliz de apoyar aquellos gastos, pero no podía quedarse atrás respecto a la Unión Soviética.

- Por supuesto será preciso darlo a conocer a la opinión pública- dijo Arrán.
- Así es- respondió Smith- Convocamos una rueda de prensa para las diez de la noche, si les parece. Pero aún queda otro problema, señores. Hemos de crear un centro mundial de control que, en mi opinión, debe estar cerca de un observatorio astronómico por si se presenta algún percance.
- Propongo Calar Alto – se apresuró a decir Gör- Sus condiciones de observación son las mejores, como ya saben.
- Acepto la propuesta- dijo Arrán-. Es un buen sitio, ni muy aislado ni muy asequible. Por mi parte les garantizo que el gobierno español facilitará todo lo necesario en instalaciones y comunicaciones.

A las 11 horas, todas las televisiones del mundo daban las alarmistas noticias. No hubo grandes escenas de pánico como cuando Wells radió “La guerra de los mundos”, pero más de uno no durmió aquella noche.











Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.



29/11/06

¿Invasión? - Capítulo 2

La gran pantalla de reflexión del radiotelescopio de Pulkovo continuaba enviando las señales recibidas al centro de recepción de datos en un lugar cercano a Houston. Precisamente allá, a las diez de la noche del día 11, una comisión internacional de astrónomos y delegados gubernamentales iniciaba una reunión secreta para el público en general.

Entre los presentes destacaban John Cool y Anthony Graham que, en 1981, habían investigado el agujero negro de Epsilon de “El Cochero”. También se hallaba allí Ronald Screwer. Todos hablaban inglés.

Pasados cinco minutos de la hora fijada, Screwer inició el acto con la lectura de los acontecimientos.

- El día 6 a las 23 horas, se localizó por medio del Observatorio de Pulkovo, una intensa radiofuente cuyo registro demostró unas pautas que no eran ni mucho menos aleatorias. Ante la posibilidad de que se debieran a algún travieso radioaficionado, se contactó con el observatorio de Jodrell Bank, que como saben dirijo, para confirmar el hecho. Enfilamos nuestro Mark-I de 76 metros de diámetro y, efectivamente, localizamos y registramos las mismas señales.

Tales emisiones parecen provenir de un punto situado a unos 150 años luz, aproximadamente en las coordenadas 24.5º de declinación y 17h 20m de ascensión recta, en la constelación de Hércules.

El centro de informática del ejército americano ha procesado, desde el día 7, esta información y parece ser que han descifrado parte de lo que parece ser un mensaje. Paso, ahora, la palabra al general Williams Busht….


Busht era un hombre sereno, curtido militar a todas luces. Había luchado con el grado de teniente en el Pacífico y, más tarde, ya como coronel, luchó en Corea. Actualmente, desempeñaba el cargo de jefe de los servicios electrónicos de proceso de datos del ejército. En realidad, no tenía gran afecto por ese puesto peros e dedicaba a cumplir con su trabajo con toda la firmeza y voluntad que alguien pueda atesorar. Su mejilla izquierda tenía una larga y profunda cicatriz, recuerdo de una granada japonesa, lo cual siempre le había provocado cierto temor a aparecer en público. Quizá por eso, inclinó la cabeza cuando inició sus palabras.

- Bien, señores. El día 7, como ha indicado el señor Screwer, recibimos las grabaciones de Pulkovo y Manchester, momento desde el cual hemos procesado la información a través de nuestros más potentes ordenadores, en concreto los IDB 6006 que, como sabrán, disponen de circuitos lógicos y memorias a base de uniones Josephson que permiten velocidades de trabajo ultrarrápidas, funcionando a 269º bajo cero lo que se logra introduciendo el IDB 6006 en un armario criogénico con helio líquido.

Lo primero que nos propusimos fue determinar la forma y número de los elementos diferenciados en el mensaje. Esto nos llevó unas tres horas y encontramos 49 símbolos distintos.

- ¿En qué se diferencian unos de otros? – preguntó el representante ruso.
- Bueno, la señal registrada varía en tiempo formando “bips” de diferente longitud, muy similar a lo que en la tierra hacemos con el Morse. Pero, además, estos “bips” tienen diferente intensidad, es decir unos se oyen más que otros.

Como iba, por tanto, diciendo antes de la pregunta, hemos descubierto 49 símbolos por lo que no podíamos suponer que se tratara de letras y números terrestres ya que estos, en nuestro planeta, sólo son 35 o 38 según los idiomas. En un principio, pensamos que podían ser grafismos extraterrestres que, por supuesto, pueden tener más letras y símbolos que nosotros. Esto, claro está, sería un problema insoluble pues sin ninguna base de su lenguaje, nos sería imposible siquiera imaginar el significado y la pronunciación de los caracteres.

Ahora bien, supusimos que si la señal era en verdad inteligente, “ellos” – Busht observó el efecto que causaba esta palabra en los presentes- habrían previsto esto. Sería ilógico enviar tal señal para que nadie la entendiera. Esto nos condujo a creer que serán sucesiones de números en cierta base que, naturalmente, podría ser no decimal. Tras todo un día de estudio de las posibles permutaciones no encontramos nada en concreto. Estaban así las cosas cuando se nos ocurrió que tal vez fuese una imagen fotográfica o de televisión. Si así fuera, pensamos, deberíamos primeramente encontrar el raster, o sea el número de filas y columnas de que se compone la imagen. Así, en Europa usan 625 líneas y, aquí en los Estados Unidos, 525 filas. Como las señales se dividían en diez claros grupos, supusimos que eran diez fotografías. El primer grupo fue descifrado bastante rápidamente. Cada uno de los 49 símbolos distintos parece ser un nivel de color diferenciado y este primer grupo tiene un raster de 1017 x 823, que dan los 836,991 bips del conjunto.

- ¿Qué representa? – preguntó, vivamente interesado, el representante del gobierno alemán.
- Parece ser una cara. Los ordenadores han sacado entre todas las combinaciones de colores distintas unas veinte que parecen más razonables. Es una cara con aspecto humano, con un color que varía entre amarillo y el nuestro propio, según sea la clave cromática elegida.
- ¿Una cara de quién? – pregunto Pile, el representante norteamericano.
- Suponemos que de uno de los seres que envían el mensaje. Pero, aún hemos descubierto más, señores…. – paró, como si se refrescara la garganta con su propia saliva.---- ayer los IDB 6006 solucionaron tres grupos más. El segundo representa una nave entre blanca y verde. La tercera vista es de Nueva York, aunque ninguna de las combinaciones de color sea correcta pues siempre aparecen colores anormales en los edificios, lo cual se puede explicar si suponemos que han captado la imagen con sensores ultravioletas o infrarrojos desde su propio planeta…
- Pero eso implica una tecnología extraordinaria si es cierto que están a 150 años luz – objetó Cool.
- Cierto, señores, una tecnología inmensa, como lo prueba el que sus señales llegan tan claras. Lo más interesante es, a mi entender, la cuarta imagen con raster de 1085 x 1021, la más compleja de todas. En ella se ve también Nueva York pero – hizo una pausa- ….destruida….

Un murmullo recorrió la espaciosa sala, pero nadie dijo nada a Busht.

- Sí, señores, los rascacielos aparecen derrumbados y el paisaje algo cambiado. Además, en lo alto de la imagen se ve una nave como la de la imagen segunda. Por el momento no hemos logrado nada más.

- ¿Qué opinión tiene usted, general, sobre esta última imagen? – preguntó Screwer.

- Bueno, quizá el ser militar me condicione en mi opinión pero yo diría que o bien es un aviso de ….alguien….sobre un peligro inminente o bien es una amenaza sin nos plegamos a ciertas condiciones que, sin duda, aparecerán en las imágenes aún no descifradas. Yo creo más bien esto último.

Nadie dijo nada. Todos estaban nerviosos y desacostumbradamente excitados, pero nadie perdió la compostura.

- ¿Qué propone usted, general? – volvió a preguntar Screwer.
- Si, como pensamos, su tecnología es tan superior, verdaderamente no podremos hacer mucho. Sólo intentar descubrirlos antes de que se acerquen y formar algún tipo de barrera de modo que….
- ¿Pero por qué? – gritó Cool- ¿Por qué la tierra?.... ¿Por qué una cosa tan absurda?
- Vaya, ya está aquí – pensó Busht- Tales preguntas habían pasado ocultas sin aflorar en los labios de los presentes y, sin embargo, todos se las repetían una y otra vez. Los buenos modos y las falsas serenidades se venían abajo.
- No lo sé- respondió el general- Ni me interesa, señores. Sólo sé que puede pasar y que debemos prepararnos.
- ¡Esto es ridículo!- gritó nuevamente Cool, mientras se levantaba nerviosamente. Empujó la silla. Muy agitado, pesaba rápidamente su pulgar sobre el encendedor y repetía una y otra vez que no había que alarmarse, que no había que creer aquellas majaderías, que era ridículo prepararse para una guerra…espacial…rió histéricamente cuando pronunció esta palabra.
- Cálmese, señor Cool. – Screwer intentó poner orden, aunque él mismo estaba confuso y su razón no funcionaba con la claridad característica en él.


Cool se sentó de nuevo y se aflojó la corbata. Se revolvió un par de veces en la silla y pidió excusas.

- Ahora, general Busht, quiere seguir por favor – Screwer intentó continuar con la reunión.
- Por supuesto. Bien, señores, no es el momento de perder la serenidad. Si nosotros la perdemos, el mundo tendrá un cataclismo. Habrá, quizá, pánico y suicidios colectivos. Todo para que, al final, nuestros cálculos puedan estar equivocados y no suceda nada. Señores, por favor – elevó intencionadamente el tono de voz- es una hora crucial, pero no de locura general sino de preparación para lo peor. Cierto que nuestras posibilidades son escasas pero, al menos, lucharemos.

- ¡Luchar!¡Luchar! – exclamó Cool- ¿no puede haber otra solución?

- Estoy de acuerdo con el señor Cool – afirmó Beut, el representante alemán- No podemos preparar al mundo para una guerra que, tal vez, no se produzca y que, si se desatase, la perderíamos irremisiblemente. Todo esto no es lógico. Además, si llega el caso, ¿por qué no ceder a sus condiciones?

- Es posible, señor Beut pero creo que nuestros países querrán luchar – replicó el general- La gente no se deja esclavizar tan fácilmente.

Creo que lo más factible, ahora, es estudiar la estrella de donde llegan las emisiones para ver si encontramos algo – dijo Screwer- ¿qué medios hay?

Richard Pile, el representante del Presidente americano, contestó rápidamente.

- Nosotros, por supuesto, pondremos todo nuestro material. El gran telescopio de Mount Palomar está ya trabajando en ese estudio.
- Pastuhkod ha realizado algunos análisis – dijo el soviético, orgulloso de nombrar el mayor telescopio del mundo- pero creo que nuestros espectrógrafos son poco sensibles.
- Nosotros podemos poner en marcha el observatorio de Calar Alto- observó Beut- como saben tiene las mejores condiciones de observación del mundo. Hay un problema, empero. Como saben, el instrumento está situado en España ya que es hispano – alemán. Si cambiamos todo el programa de trabajo, los españoles preguntarán por qué y creo que será preciso informarles.
- Bien, ¿qué problema hay? Eso puede hacerlo su embajador en Madrid- dijo Pile.
- Sí, claro. Pero, ¿no sería mejor guardar el secreto entre los pocos países que aquí están representados? Quizá una alarma tan prematura no sea prudente – razonó Beut.
- Supongo que no hay más remedio que informar a otros países- dijo Pile- No sólo a España, sino a Francia, a Italia y…
- Mi opinión es que este es un asunto internacional – dijo el ruso- No podemos guardarlo en silencio. Propongo que se convoque una Asamblea General de las Naciones Unidas.
- No tan deprisa- volvió a ponerse Beut- Recordemos que si se ha de tomar alguna medida, van a ser nuestros países, Japón y algún otro de Europa los que corran con loos gastos. Me parece más bien que debemos organizar para mañana una reunión de Jefes de Estado de Gran Bretaña, Estados Unidos, la Unión Soviética, Alemania y quizá España, Francia, Italia y el Benelux como pates integrantes de la agencia espacial ESA. Además, por el problema de Calar Alto deberíamos hacerlo…. ¿Qué opinan?

Hubo una breve discusión y, por fin, se aceptó el plan de Beut.

- Esto está muy bien señores pero ¿no olvidan algo? ¿no creen que habría que tomar medidas militares? – preguntó Busht
- Un poco de paciencia, general. Precisamente- contestó Screwer- iba a proponerlo ahora. Naturalmente, las decisiones habrán de tomarlas los Jefes de Estado, mañana mismo si es posible, pero creo que la NASA y la ESA pueden empezar, ya esta noche, a preparar algunas sugerencias. Opino que serán bien acogidas mañana en la reunión. ¿Usted que cree, general?
- Es posible formar una barrera de satélites defensivos en torno a la Tierra. Podríamos situar muchos utilizando el “Shuttle” y los propulsores soviéticos. Nuestro ejército posee ya algunos satélites de ataque directo a base de láser y plasma concentrado. Supongo que los soviéticos, también….
- Nosotros poseemos, más bien, cegadores láser con base en Tierra.
- ¿Qué alcance tienen? – preguntó Busht
- General, por favor, usted sabe muy bien lo que se puede y no se puede decir- contestó un poco airadamente el ruso.

Busht sonrió ligeramente y no se molestó en contestar. Él hubiera hecho lo mismo.
- Europa puede utilizar el lanzador Arianne- dijo Beut.
- Y la URSS puede poner en órbita un satélite de la serie Cosmos cada tres o cuatro días. Modificados convenientemente- explicó a los presentes- podrían considerarse como armas de guerra.
- Entonces – dijo Screwer- convocaremos para mañana la reunión de Jefes de Estado y presentaremos lo que tengamos hasta ese momento. Ruego al general que nos mantenga informados de los avances en el descifrado de imágenes.


Diez minutos más tarde, los reunidos salían por una de las puertas laterales donde les esperaban vehículos de sus respectivos cuerpos diplomáticos. No había periodistas.

Screwer salió el último. Alzó la mirada y respiró profundamente. Vio la luna que siempre le había parecido bella y sintió un inexplicable sentimiento de rechazo. Tal vez no ocurriese nada pero él ya no miraría igual hacia el cielo.






Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.




29/10/06

¿Invasión? - Capítulo 1


El primer boletín informativo de la radio local empezó el recorrido informativo de aquel nublado día con una noticia desde Moscú:

“… Las ceremonias fúnebres tendrán lugar hoy en la Plaza Roja. Tienen prevista su asistencia todos los miembros del Politburó. Como nuestros oyentes sabrán, el presidente soviético falleció hace dos días a los sesenta y ocho años de edad…”

“En otro orden de cosas, nuestro corresponsal en Nueva York nos informa de que aún no se conoce el nombre del futuro vicepresidente. Como recordarán…”

Simón Santos se desperezó lentamente, sin escuchar apenas el monótono hilillo de voz del locutor matinal. Bostezó ampliamente mientras se restregaba los dedos sobre los ojos tratando de ver algo más que la semioscuridad de la duermevela. Buscó, un poco a tientas, sus zapatillas y por fin decidió levantarse.

Después de que se hubo duchado miró por la ventana de su habitación. Sobre San Sebastián, una formación de nimbostratos presagiaba un día lluvioso. Simón buscó una ropa adecuada y se vistió rápidamente.

Precisamente hoy, 8 de enero de 1985, comenzaba a trabajar en el ISP del departamento de correos. Las siglas ISP eran internacionales y significaban “International Secret Post”. Desde los graves acontecimientos mundiales que habían tenido lugar en el periodo 79-82, los diversos países se habían puesto de acuerdo para crear un servicio especial de correspondencia urgente y secreta con la misión de disponer de una red de comunicación paralela a la efectuada por medio de satélites. De este modo, un fallo de los sistemas mecánicos o electrónicos no tendría las importantes repercusiones que se dieron en el año 1981.

Hacía un mes que Simón Santos había dejado su puesto de operario en una central de depuración de productos radioactivos. Era aquel un puesto peligroso y pesado, no muy pagado, que había tenido que aceptar como mal menor durante la crisis económica de los años anteriores. En aquel entonces acababa de casarse y necesitaba trabajar como fuese, lo cual era difícil para un joven de veintitrés años sin experiencia alguna. Afortunadamente para él, encontró una salida en la depuradora. Rosa, su esposa, le animó a que tomara el empleo aunque sabía que no era lo que Simón y ella misma esperaban.

- Cinco años en aquella basura – pensó Simón. Si no hubiese estado casad0, nunca lo hubiera aceptado. El podía vivir deambulando de aquí para allá, sin empleo fijo, durmiendo y comiendo en cualquier sitio.

El tufillo del tubo de escape del autobús le sacó de sus pensamientos. Subió los tres escalones, entregó sus treinta pesetas y se sentó junto a un hosco y enorme sujeto que refunfuñó al tener que dejar sitio a Simón. Aquella actitud le recordó las entrevistas que había mantenido cuando buscaba trabajo. Siempre lo mismo. Un lacónico “sentimos no poder…”, y malas caras.

El autobús, con un ronroneo aburrido, giró hacia la siguiente parada. Simón miró hacia la ventanilla pero su obeso compañero de asiento le tapaba gran parte de ella. A pesar de todo, observó cómo la gente se apresuraba hacia sus trabajos. Se encontró a gusto sintiéndose uno de aquellos.

- He tenido suerte- pensó. En efecto, la había tenido. Un hermano de Rosa había logrado, apenas un año antes, un buen cargo en la Administración desde el cual recomendó a Simón para el ISP. Habían tenido en cuenta su perfecto trabajo en la depuradora nuclear, también dependiente de la Administración y, necesitando personas de reconocida lealtad, le habían elegido a él. Y el sueldo no estaba nada mal. Quizá acabara comprándose aquel coche.

Diez minutos antes de las nueve entraba Simón Santos en la oficina central de Correos y Telégrafos. Unos días antes, el director del ISP, el Sr. Barsán, le había mostrado su puesto de trabajo y le había explicado su cometido. Simón lo considero, con razón, algo peligroso. El ISP, tal como le explicó Barsán, debía revisar todo el correo por medio de una pantalla de radiación especial. A este fin, todos los envíos que circulaban a través de este canal iban microfilmografiados de modo que el operario de control pudiera leer su contenido sin abrir el sobre. De este modo se vigilaba todo el correo especial y se eliminaban las falsas misivas y cualquier posible explosivo.

Recorrió el corto pasillo de la entrada y giró hacia la derecha. Buscó la tercera puerta y entró sin llamar. Se quitó el abrigo y lo colgó en un rústico gancho de madera situado tras la mesa. Esto le hizo gracia. Hacía tiempo que se había popularizado una nueva aleación de niobio y molibdeno, el “Strich” que, aparte de tener todas las características mecánicas apreciadas por la industria, era muy barata. Todo era en esta década de “strich”, desde los ceniceros hasta los rascacielos. Sin embargo, allí, un colgador de madera carcomida parecía no enterarse de los avances tecnológicos. Simón iba a mirar por la ventana cuando la puerta se abrió.

- ¡Hola!, buenos días…. Tú debes ser Simón Santos, ¿no?
- Y tú Martín Bledia- repuso Simón.
- ¿Quién si no?


Martín Bledia era un hombre de unos cuarenta y cinco años pero más jovial, alegre y simpático que si tuviera veinte. Destacaba, sobre todo, por sus grandes patillas, algo canosas ya, que se extendían hasta casi las comisuras de los labios.

- Me alegro de verte- dijo Martín- Ya verás que el trabajo no es muy duro. Además, el amo no aparece nunca por aquí.
- ¿El amo?
- Barsán…un tipo duro---pero no se preocupa de lo qué pasa o deja de pasar en las oficinas. Así que – levantó la voz- ¡el periódico espera!


Martín Bledia se sentó en su mesa mientras de su cartera extraía un par de periódicos y una revista.

- ¿Pero no hay nada qué hacer? – preguntó Simón.
- ¡Claro!...mira eso – señaló un gran montón de sobres lacrados- Todos esperan llegar a sus respectivos destinos…. ¡Bien!....¡que esperen!

Simón tomó unos sobres. Todos ellos iban dirigidos a importantes delegaciones diplomáticas.

- ¡Mira! – dijo con cierto entusiasmo- una para la Casa Blanca.
- Qué bien – contestó despreocupadamente Martín.
- ¿O sea, que esto es normal aquí?
- Sí…pero son siempre asuntos poco importantes. Por eso no importa que se retrasen. Las cosas graves no pasan por aquí. Somos una oficina de provincias, recuérdalo. Y basta de charla que así no hay quién lea.

Simón se dispuso a trabajar. No era cuestión de descuidarse los primeros días y volver a la depuradora nuevamente. De vez en cuando volvía la cara hacia la ventana. La central de Correos estaba situada tras la catedral. Por avatares, esta es falsamente gótica, lo que la convierte en paraíso de las palomas que viven entre sus recortados tejados. Las idas y venidas de aquellas aves eran siempre una agradable distracción. Simón estuvo mirándolas un rato y luego se volvió hacia Martín.

- ¿Algo interesante? – preguntó.
- Y tanto….parece que en Rusia han descubierto ondas de radio que llegan desde el exterior de la tierra.
- Será alguna noticia sensacionalista – Simón volvió a coger sobres y reanudó el trabajo.
- No, no…mira, te lo voy a leer.

Científicos del observatorio soviético de Pulkovo han registrado señales electromagnéticas de carácter regular y racional en la región de la constelación de Hércules. Su claro comportamiento parece indicar su emisión por seres inteligentes.

Por su parte, Ronald Screwer, del observatorio de Jodrell Bank, en Manchester, ha confirmado la extraña recepción. De confirmarse tal origen inteligente, ha dicho Screwer, sería el mayor descubrimiento de la historia.

Los Estados Unidos han recibido las grabaciones de Pulkovo para su tratamiento informático. Se espera poder hallar alguna clave que haga comprensible la emisión. No se descarta…


- Y tal, tal y tal – acabó Martín- Es emocionante, ¿no te parece?
- Tonterías- balbuceó Simón, enfrascado en clasificar la correspondencia- Algún periodista que quiere ganar dinero fácil. ¿Sabes qué te digo? ….que me importan un bledo los marcianos esos.

Martín, un poco decepcionado, siguió leyendo para sí con sumo interés. Aunque no le gustaba confesarlo, disfrutaba con todas las historias de ciencia ficción. De vez en vez, miraba a Simón como queriendo leerle algo pero siempre le veía agachado sobre los sobres por lo que no volvió a molestarle.

A las tres de la tarde salieron de la oficina y se despidieron hasta el día siguiente. Simón tomó el autobús y llegó a su casa hacia las tres y media. Tomó la llave y entró.

- ¿Hay alguien? – gritó- ¿Rosa, estás ahí?
- ¡Sí!....¡Hola!...¿qué tal el primer día?
- Muy bien…. Bueno, hasta con marcianos y todo.
- ¿Qué? – preguntó, extrañada, Rosa.
- Nada…no me hagas caso – Simón sonrió y la besó.





Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.