19/12/06

¿Invasión? - Capítulo 3





A las 17 horas del día 12, se reunían en París los presidentes de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania Occidental y España, junto al embajador soviético en París. Los luctuosos momentos que atravesaba la Unión Soviética no permitieron viajar a ningún representante del Politburó que, por otro lado, se debatía en las intestinas luchas de la sucesión. Interinamente, hasta que fuese nombrado presidente, se encargaba de la jefatura del país, Basoviv Lebedev, un recio ucraniano, de gran corpulencia, que se había distinguido como fiel apoyo de la política seguida por el recién fallecido presidente. Lebedev había delegado su presencia en el embajador.

Los teléfonos directos entre Embajadas no habían cesado de campanillear desde que los reunidos en Houston comunicaron sus conclusiones. Un Concorde británico había trasladado al presidente norteamericano, Bob Roberstue, hasta un aeropuerto militar cercano a Londres. Desde allá se había dirigido a la capital francesa.

Roberstue había ganado ampliamente las elecciones del año 81 pero era ya muy mayor para el ajetreo político. A sus 73 años, empezaba a flaquearle la salud y, apenas hacía un mes, su corazón le había proporcionado un gran susto. Más de una vez le había pasado por la mente el retirarse, dejando en el cargo al vicepresidente pero este había dimitido hacía poco y aún estaba buscando el hombre de confianza que fuese digno del cargo. En realidad, Roberstue buscaba su sucesor.

Kalinsky, el embajador ruso, no tenía la carrera diplomática pero su gran experiencia como secretario de embajada en Roma le había proporcionado el carro.

Mark Smith, laborista, era un hombre severo, de 53 años de edad y muy alto, lo que imponía rápidamente su presencia en cualquier acto. Galés de nacimiento, había llegado a primer ministro de Gran Bretaña en 1983 y, por ahora, sus programas de gobierno habían sido bien acogidos por las masas aunque, en realidad, los conservadores no habían intentado ninguna maniobra para hacerle zozobrar.

Jacques Boileau era un viejo gaullista que soñaba con una Francia imperial e influyente. Había efectuado grandes inversiones estatales en tecnología de vanguardia y armamento, hasta el punto de que en 1985, Francia mantenía posturas de fuerza frente a la URSS y los Estados Unidos, con una altanería que le podría causar disgustos. Aunque él no se daba cuenta, muchos de sus conciudadanos empezaban a cansarse de él.

Herman Gör había nacido en Nuremberg en 1947 y era, por tanto, un hombre joven apartado de las lacras de la guerra. Había luchado en la década de los setenta contra el resurgir de los partidos nazis y, en 1982, había logrado entrar en el gobierno alemán. Todos coincidían en que aquel rubio germano, más bien bajo y siempre elegantemente vestido, representaba fielmente a Alemania.

Luis Arrán había tenido una escalada fulgurante dentro de la política española. A sus 44 años se había destacado como economista serio y valiente, lo que le había granjeado la simpatía de muchos grupos políticos de la ideología más variada. En 1983 se le propuso para la presidencia del gobierno de coalición que Arrán conducía bastante acertadamente.

Junto a algunos intérpretes, entró Screwer con grandes ojeras que delataban largas horas sin dormir. Roberstue inició la reunión:

- Señores…. Todos sabemos a grandes rasgos el porqué de esta reunión. La situación parece grave pero no menos cierto es que, por ahora, parecen existir únicamente indicios. Desearía que el señor Screwer de Manchester nos expulsase la situación tal como está en estos momentos.
- Con gusto, señor presidente – contestó, un tanto halagado el británico- Tras explicar los descubrimientos y conclusiones que se habían discutido en Houston, prosiguió- … ahora, parece que el general Busht ha descifrado ya todas las imágenes. No voy a entrar en las que representan pues parecen ser gráficas que muestran constelaciones y posiciones de la Tierra en el espacio. Respecto a las restante, creemos que exigen una rendición sin condiciones antes del día uno de febrero. Al menos, el general ha confirmado que se muestra varias veces un gráfico con la posición que ocupará nuestro planeta ese preciso día. No sabemos cuáles son sus fines e intenciones posteriores pero la rendición previa antes del día uno, parece clara.


Al menos pasaron treinta segundos hasta que se volvió a oír una voz en aquella sala. Verdaderamente, las palabras de Screwer habían causado impresión. Por fin, Boileau dijo:

- Por supuesto, lucharemos, ¿no, señores?

No estaba claro que aquel fuese el sentimiento predominante. Boileau, con sus sueños megalómanos, veía ya naves espaciales francesas destruyendo todo aquello que se acercara al planeta. Arrán, más sensato, dudó:

- Pero, ¿existen posibilidades?. Suponemos que son infinitamente poderosos en relación con nosotros. ¿Qué sentido tiene prepararnos para semejante contienda? Señores, aún no nos hemos repuesto completamente de la crisis recién pasada…¿qué ocurriría si estuviéramos equivocados?
- Yo también opino – le apoyó Mark Smith – de la misma forma. Si los cálculos fueran erróneos y decidiésemos meternos hasta el cuello en gastos militares de vanguardia, no pasaría mucho tiempo antes de que se reprodujese la recesión económica y nuestros pueblos pedirían explicaciones, y con razón.
- Otro problema, señores – apuntó Gör – es que, aunque yo sí creo personalmente que deberíamos prepararnos militarmente es si tenemos suficientes recursos energéticos para afrontar el problema.
- Nosotros ya hemos estudiado esto y creemos que sí. Como saben, la generalización del strich ha aumentado notablemente la seguridad de las plantas nucleares. Por otro lado, con la utilización conjunta de las nuevas plantas espaciales de recolección solar que tanto los Estados Unidos como nosotros hemos instalado, la cantidad de energía producible es considerable – dijo Kalinsky.
- ¿Y si los invasores destruyen las estaciones solares en órbita? – preguntó Smith.
- Aún así, tendríamos suficiente – contestó Kalinsky.
- Hemos de plantar cara a la situación. Muchos países – dijo Boileau con un tono airado y algo impertinente- se mostrarán indecisos pero es nuestro deber hacerlo puesto que nuestra situación en el tablero mundial así lo exige. Debemos ser la guía de todo el mundo para que se preparen para el conflicto. Comprendo que las posibilidades son pequeñas pero si no lo intentamos no vamos a lograrlo. El pueblo francés se levantará como un solo hombre para defender el planeta entero, si ello es preciso.
- Estoy de acuerdo con el señor presidente de Francia- dijo el soviético-. Creo que, con suerte, podemos salir victoriosos. Tengan en cuenta que “ellos” son los que tienen que invadir. Siempre es más fácil defender una playa que desembarcar en ella – miró a Gör como arrepintiéndose de lo dicho. Pero el alemán ni siquiera supuso que Kalinsly pensaba en Normandía.

Roberstue miró a derecha e izquierda.

- Una cosa es clara- dijo- . Cualquier decisión habrá de ser tomada a nivel mundial. Propongo, por tanto, que convoquemos una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Propongamos allí un esfuerzo conjunto para la creación de las defensas adecuadas.

En realidad, pensó el americano- él no estaba muy feliz de apoyar aquellos gastos, pero no podía quedarse atrás respecto a la Unión Soviética.

- Por supuesto será preciso darlo a conocer a la opinión pública- dijo Arrán.
- Así es- respondió Smith- Convocamos una rueda de prensa para las diez de la noche, si les parece. Pero aún queda otro problema, señores. Hemos de crear un centro mundial de control que, en mi opinión, debe estar cerca de un observatorio astronómico por si se presenta algún percance.
- Propongo Calar Alto – se apresuró a decir Gör- Sus condiciones de observación son las mejores, como ya saben.
- Acepto la propuesta- dijo Arrán-. Es un buen sitio, ni muy aislado ni muy asequible. Por mi parte les garantizo que el gobierno español facilitará todo lo necesario en instalaciones y comunicaciones.

A las 11 horas, todas las televisiones del mundo daban las alarmistas noticias. No hubo grandes escenas de pánico como cuando Wells radió “La guerra de los mundos”, pero más de uno no durmió aquella noche.











Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.