1/6/07

¿Invasión? - Capítulo 10



Al anochecer del día 1 de febrero, mucha gente respiró tranquila. El tan temido día había pasado y nada había ocurrido. Incluso, había sido una jornada agradable, con un reluciente sol en gran parte de Europa, aún débil en su calor pero anunciando ya el fin de los fríos más duros.

El día 3, la URSS tenía nuevamente presidente. Las disensiones internas habían aupado al poder a un joven ucraniano, muy poco conocido en los ambientes políticos, lo cual era un suceso más que extraordinario en el país.

El día 7, Roberstue sufría un ataque y renunciaba a la presidencia. Le sustituía interinamente un maduro demócrata recién introducido en el equipo del presidente. No se dieron a conocer los motivos de la elección.

El día 4 de marzo, Arrán en España y Smith en Gran Bretala no podían seguir es sus respectivos gobiernos debido al descontento popular tras los terribles gastos defensivos que se habían hecho, lo que había recrudecido una crisis casi ya olvidada. Todo el mundo pedía explicaciones y se aireaban sospechas de incalificables negocios realizados con el pretexto de la invasión. Dos hombres, recién llegados a la política, les sustituyeron. Ambos países necesitaban personas no involucradas en todo lo sucedido.

Gör tuvo que ceder el puesto ante una nueva facción cuyo lema era el cambio total y el esclarecimiento del fraude que, con la invasión, se había hecho al pueblo alemán.

Boileau moría en accidente el día 17 de Junio. Los franceses, hartos de su megalomanía, ponían en la Presidencia a un desconocido con pocas ambiciones imperialistas, muy desligados de la clase política tradicional.

Ya sólo algunos locos se acordaban del día 1 de febrero. Eran personas trastornadas por el miedo. Según la gente, no habían conseguido sobreponerse a sus angustias. En San Sebastián, por ejemplo, vivía uno de aquellos desgraciados que no supieron afrontar la situación. Se trataba de un desequilibrado que, afortunadamente, no era peligroso.

-¡Eh! ¡Simón! , cuéntanos tus historias – gritaban los chicos cuando le veían por la calle.
Al año siguiente, el mundo se sentía satisfecho de sus nuevos dirigentes. Ciertamente, algo había sorprendido el que cayesen los anteriores tan rápidamente pero tampoco era algo para asustarse. Cada nación tenía su líder y estos pensaban de diferente manera, vivían de diferente manera y actuaban de diferente manera. Sólo eran iguales en un detalle: un ligero temblor en el lóbulo izquierdo de su nariz.




Relato en capítulos escrito hace casi 30 años, cuando yo era tan joven. Las cuartillas en las que estaba mecanografiado se habían vuelto amarillas, así que he decidido transcribirlo al blog como recuerdo.