11/7/12

El mundo al otro lado de tu piel




En ocasiones, el mundo se vuelve arisco, amenazante. La vida es injusta y nos trata con fiereza o, quién sabe, quizá es justísima y nos pone en el lugar que realmente nos corresponde. Sea como sea, vemos los nubarrones plomizos cargados de relámpagos que buscan descargar sus trillones de amperios justo sobre nuestras cabezas. Son esos días tristones, grises, inciertos, cosidos de preocupaciones y cuitas. Uno se siente desventurado a la intemperie, bajo la lluvia pesada y fría que se acerca, sin refugio donde cobijarse.
Entonces, llegas tú. Y es como cuando de niños, de pronto, comenzaba a tronar y la tarde se oscurecía más que de costumbre mientras las farolas amarillentas se encendían a deshora. Pegábamos la nariz al cristal y, simplemente, veíamos la vida complicada pasar afuera, sin que pudiera herirnos, sin miedo a empaparnos en la lluvia.

Llegas tú. Me miras y me hablas.

Llegas, y entonces quiero abrazarme a ti y ver cómo el mundo queda al otro lado de la ventana de tu piel.


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