23/8/17

El libro del doctor Jonhson





Tampoco era un niño, de modo que sabía que estas cosas pasan en la vida. Los desengaños no se pueden evitar, los desamores tampoco y, con varias décadas a la espalda, a uno se le supone la suficiente experiencia como para sobreponerse rápidamente. Eso sí, hay que ser un poco disciplinado y establecer un procedimiento metódico para recorrer la transición de la manera menos dolorosa posible. Hacerlo solo no es sencillo. Por eso, Ander se había comprado un libro para organizarse. “Diez ideas para olvidar”, se titulaba. Una traducción al español de un gurú norteamericano – un tal Donald Johnson- que, al parecer, había pasado ya por varios divorcios y trifulcas del corazón, siempre saliendo bien parado, siempre con ánimo de comenzar una nueva vida y entusiasmado por el brillante futuro que el cerrar el pasado le proporcionaba. Vamos, justo lo que Ander necesitaba. 

- Entonces, ¿te gusta el libro? – el que hacía la pregunta era Roque, un amigo que también había sufrido el trago de encontrarse un día con una notificación del juzgado donde se le informaba de la petición de divorcio de su mujer. Era él el que le había recomendado el libro a Ander.
- Sí. No está mal. Mucho bla, bla, bla, qué quieres que te diga, pero, vamos, todo ayuda. Al final, lo único que dice claro es que como no hay nada que hacer, mejor cierras los ojos y te lanzas para adelante. Al menos, te das cuenta de que no eres el único desgraciado al que le mandan a la mierda.
- ¡Qué me vas a contar a mí!- respondió Roque.

Estaban sentados frente a dos coca colas, en una mesita de la terraza que daba a la plaza. El final del verano había dejado una tarde con jirones de nubes muy altos y un azul anodinamente pálido que hacía juego con el gris de los edificios.  O quizá, el cielo estaba hermoso y, simplemente, el ánimo no estaba para verlo.

- ¿Qué vas a hacer? 
- ¿Qué quieres que haga? Resignarme y apechugar con la mala leche que tengo. Y seguir las instrucciones del libro, coño. Tendré que sacarle jugo a los veinticinco euros que me ha costado. – respondió Ander.
- Así me gusta- repuso Roque-, la voluntad firme. Todo pasa, ya sabes.
- Mira, eso es justo lo que me dijo ella. Cada vez que hablas lo bordas, tío.
- No seas quisquilloso. Es una frase genérica que la dice todo el mundo. Y que es verdad. Todo se supera. No hay mal que cien años dure.
- Sí, será eso. Igual me tengo que dar a la bebida y ponerme ciego cada tarde para dormir mejor.
- Si te ayuda. Pero, de momento, tú sigue las instrucciones del libro.
- Ya, claro.
- A ver, ¿la llamas? – Roque se dispuso a hacerle un examen riguroso.
- No. 
- Bien, es la primera regla del doctor Johnson. Nada de contacto que revive recuerdos.
- Tampoco sabría qué decirle. Ella ya se encarga de cortar cualquier pregunta sobre lo que sentimos o cómo estamos. Sí, no le importa que le pregunte por el trabajo o por cómo se hornea un magré de pato pero en cuanto intuye que la pregunta habla de sentimientos, cambia de conversación, incluso con un tono airado.
- Pues mejor, mejor. Es importante que no habléis. Y si ella te lo pone fácil, mejor que mejor. ¿Y has escondido todo lo que la recuerde? Fotos, esa pluma que te regaló, los souvenirs que os trajisteis de las islas, …
- Todo escondido.
- Bien, bien. Así me gusta. Disciplina. En eso insiste mucho el autor del libro.
- Aunque, a veces, cojo la pluma… - Ander miró para otra parte, sin atreverse a mirar directamente a su amigo.
- Mal, mal – provocó un chasquido de desagrado con la boca-. Compra unos Bics en el chino pero jamás uses algo que ella te regaló. ¿Y el whatsapp?
- Muerto. Ha cambiado su icono, además, de modo que casi me cuesta encontrarlo.
- Eso es que lo buscas. – desaprobó Roque.
- No, no. De veras, va bien la cosa. Miro al futuro y eso.
- ¿Seguro?
- Seguro, sí, seguro. En poco tiempo, he avanzado mucho. Hasta duermo mejor y todo, fíjate.
- Pues me alegro. El método del doctor Johnson no falla. Te lo garantizo. Míralo, varias veces divorciado y ahora tiene una mujer que quita el hipo y vive en Miami de lo más feliz.
- Claro, le pagamos nosotros su vidorra comprándole el libro, como gilipollas. – Ander terminó la bebida.
- ¡Quiero que estés bien, joder! – Roque le dio una palmada en el hombro- Tienes toda la vida por delante. 
- Sí, sí…. – titubeó.
- ¿Dudas? 
- No, no. Sólo que pienso mucho en ella mientras la olvido.





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