28/9/17

También esto pasará



También esto pasará (Anagrama, 2015), de Milena Busquets es una novela que habla – o quiere hablar, mejor dicho- de la superación del dolor y de la ausencia. La muerte de la madre de la protagonista (se trata de una especie de autobiografía de la autora y de su madre, la fallecida editora Esther Busquets) enfrenta a esta al duelo, una pena que supera contándonos, una y otra vez, lo bien que se lo pasa en la cama con todo hombre que se le cruza y lo bueno que es vivir banalmente para superar el trance. Y para dejarlo claro, empieza a fijar objetivos que pasarse por la piedra ya en la escena inicial en el cementerio.

Está correctamente escrita y se lee fácil aunque mantiene un ritmo pausado, siempre con poco ahondamiento vital, con un tono coloquial y distendido de barrio rico de ciudad y con continuas alusiones a la moda más “corazón, corazón”. Busquets desaprovecha la oportunidad de profundizar en el impacto del duelo, de la nostalgia y la marcha definitiva, también en la liberación de una madre demasiado presente y quisquillosa, de la superación de los recuerdos y las memorias buenas y malas. Por el contrario, la protagonista nos cuenta demasiada banalidad, anécdotas de calle y cama, la periferia menos interesante del núcleo del asunto o, peor, la intrascendencia con la que un ser humano aborda la pérdida de un ser querido porque sobran curiosidades y faltan sentimientos hacia la madre muerta. Al cabo, el mensaje parece ser que lo único que hay que hacer cuando se te va un ser al que amas es darle al porro, encamarse lo más posible, tirar de tarjeta de crédito e irse de compras. Lo cual, seguramente, ayuda a olvidar, sin duda, pero que no dice mucho del nivel sentimental e intelectual del que lo hace. No es que sea necesario caer en lo lacrimógeno o enlutarse por un lustro, pero algo más que lanzarse a ponerse ciego, sí suele ser humanamente habitual cuando se te muere una madre.

En el lado positivo es que derrocha buen humor y que muestra lo vacuo de un urbanita a medio camino entre el esnobismo culto -  tipos guapos y forrados -,  y el pijo de  “ viceversa”, una vida de lentejuelas en la que todo es superficial y banal, en el que la fachada importa mucho más que el interior, ajena a la realidad de la mayoría de los hombres y mujeres que pueblan el planeta.




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